El vino en España tiene una tradición milenaria y tratar de resumirla en un espacio tan corto supone un ejercicio complicado. Aunque breve, el recorrido por las épocas más importantes de esta historia, servirá para entender el arraigo del producto de la vid en nuestra cultura.
El vino en España ¿Qué le debemos a los fenicios?
Para empezar, la llegada de los fenicios a la península ibérica se asocia con Cádiz o Gadir, nombre con el que ellos fundaron la ciudad. Esto ocurrió hacia el 1100 a.C. Comerciantes y navegantes por excelencia, los fenicios procedentes del actual Líbano no sólo introdujeron el vino en España como producto. También establecieron la plantación de vides y el procesamiento de la uva para elaborar la bebida.
Como testimonio, están los primeros viñedos organizados en parcelas y distribuidas en liños de los que tenemos noticia en nuestra geografía. Para ser específicos, están al norte de Huelva, en el yacimiento arqueológico de La Orden-Seminario. Estos vestigios de siembra datan del primer mileno a.C., lo que coincide con el comienzo de la colonización por los fenicios.
Por otro lado, tenemos dos hallazgos arqueológicos reveladores. El primero es el lagar ubicado en el yacimiento arqueológico de Doña Blanca en el Puerto de Santa María, cerca de Cádiz. Se trata de una estructura con dos pilas: una para pisar los granos, con un drenaje para trasegar el mosto hacia la segunda. Esta instalación circa entre los siglos IV y III a.C.
Luego están los restos de la bodega considerada la más antigua de España (siglo VII a.C., aproximadamente) en Solana de las Pilillas, Requena, Comunidad Valenciana. De esta última hablamos en un artículo anterior, pero vale decir que en sus proximidades también han existido y existen viñedos.
La presencia de los griegos
Mientras los fenicios establecían colonias en la costa peninsular e intercambiaban productos y conocimientos con los íberos, los griegos hicieron lo mismo al norte. Después de fundar Massalia (hoy Marsella) en el sur de Francia (600 a.C.), los helenos procedentes de Focea avanzaron hacia Gerona. Allí establecieron en el 575 a.C. su primera colonia en lo que ellos denominaron Iberia, un enclave al que llamaron Emporion, hoy conocida como Ampurias.
Desde ahí, continuaron bajando por el litoral para fundar otros asentamientos estratégicos como Mainake, en lo que hoy es Málaga. Del mismo modo, erigieron Hemeroskópeion y Alonis, en lo que actualmente son Denia y Villajoyosa, en Alicante. Lo más interesante es que los griegos no se conformaron con exportar los vinos producidos en la península. Además dieron a conocer un estilo de cocina autóctono con cuatro ingredientes esenciales: aceite de oliva, trigo, ajo y vino.
Cartagineses, romanos y el vino en España
Hacia el siglo III antes de nuestra era, el avance imparable de romanos y cartagineses que disputaban la conquista del territorio cambió dramáticamente las condiciones. Tras perder el dominio de Sicilia y parte del occidente mediterráneo en la Primera Guerra Púnica, Cartago pactó con Roma una repartición de la península.
Pese a este acuerdo, las diferencias y ambiciones de parte y parte no tardaron en hacer estallar la Segunda Guerra Púnica (221 a 201 a.C.). Finalmente los cartagineses fueron derrotados y Roma tomó el control total de Hispania y del Mar Mediterráneo.
En sí el aporte de Cartago durante su dominio en la Ispnya de los fenicios fue la intensificación de los cultivos de vid. En buena parte atribuidos a los tratados de Magón, considerado el precursor de la agronomía. Mientras que en el período romano, en particular desde el 27 a.C. hasta entrado el siglo V d.C., el vino de Hispania fue extensamente comercializado. En efecto, éste abastecía a prácticamente todos los territorios imperiales; así lo constatan hallazgos arqueológicos en lugares como Burdeos, Britania, Normandía y Provenza. Fueron los romanos quienes introdujeron la técnica del injerto en los cultivos de uva y el transporte del vino en barricas de madera.
El vino en España, entre moros y cristianos
Durante el inestable período de las invasiones bárbaras y el evidente ocaso del Imperio Romano Occidental, muchos viñedos en la península fueron abandonados o destruidos. Poco sabemos de la producción y comercialización de vino en esa época, pero seguramente no fue la floreciente industria que era bajo la protección imperial.
Entonces serían los visigodos –rendidos admiradores del vino romano- quienes fomentarían nuevamente la viticultura en Hispania. Concretamente, los visigodos entraron a territorio peninsular en el 416 autorizados por Roma para contener el avance de vándalos, suevos y alanos, entre otras tribus. Para 476, ya estaban asentados en estas tierras y terminaron por anexar las regiones rescatadas a su reino, con capital en Toulouse.
Pero el control total de la península no llegaría hasta finales de siglo VI paralelo a la unificación del reino mediante su conversión al catolicismo. Esto ocurrió en el Tercer Concilio de Toledo (589). Las grandes extensiones de cultivos imperiales pasaron a ser propiedad de los reyes visigodos y otros tantos terminaron en manos eclesiásticas. De esta manera, los monjes se convertían en los principales conservadores del cultivo de viñedos y del procesamiento del vino durante este período. Lo que se mantuvo por toda la Edad Media.
Al-Andalus y el vino en España
La invasión musulmana a la península ibérica iniciada en 711 y consolidada en 726, acabaría con el reinado visigodo. Pero los califas y emires que gobernarían el territorio durante ocho siglos respetaron y toleraron el vino en España como parte de la cultura local. Más aún, algunas de estas autoridades poseyeron viñedos, y poetas como el valenciano Al Rusafi refirieron el disfrute de los caldos.
Pese a la taxativa prohibición de las bebidas embriagantes en el Corán, sólo se castigaba el consumo en público. En todo caso, durante esta época el cultivo de vides tuvo gran auge y la producción de vinos continuó, especialmente en los monasterios.
Siglos XVI al XVIII, el vino en España se consolida como industria
En nuestro artículo sobre las bodegas en activo más antiguas de España pudimos entrever el desarrollo de una industria vitivinícola sólida entre los siglos XVI y XVIII. En realidad, este resurgimiento de la producción y comercialización de vinos estuvo auspiciado por la necesidad de obtener más ingresos mediante la exportación de productos. Apenas en 1492 se concretó el fin del dominio musulmán y se lograba la unificación de los territorios españoles bajo un mismo reino. Obviamente, estos esfuerzos bélicos y políticos comprometieron los recursos de la corona.
Ese mismo año, ocurre la llegada de Colón al Nuevo Mundo, lo que supuso a medio plazo la apertura de una nueva ruta comercial para los vinos españoles. Asimismo, desde el puerto de Bilbao salían los caldos nacionales en mayor cantidad al mercado inglés, donde ya eran muy apreciados y valorados.
El descalabro de la filoxera y el surgimiento del cava
En el siglo XIX, el vino en España experimentó una situación muy particular. El ataque de la filoxera a los viñedos europeos a partir de 1868 significó una amenaza y una oportunidad para la industria vitivinícola nacional. Al comienzo, la plaga afectó principalmente los viñedos franceses, lo que impulsó la migración de vinicultores galos a regiones como Cataluña, La Rioja y Navarra.
En esta época también conoceríamos metodologías empleadas en Francia, entre ellas:
- Una mejor disposición de las cepas en el viñedo. Esto es ajustar la densidad de la plantación para obtener vendimias y caldos óptimos.
- El control de las fermentaciones alcohólica y maloláctica.
- El sulfitado, añadiendo anhídrido sulfuroso al mosto para evitar su oxidación.
Por fin, la filoxera invadió España hacia 1878, devastando en principio las vides de Málaga. En forma oportuna, los vinicultores españoles conocieron e implementaron el injerto sobre patrones de vid americanos para frenar y evitar la expansión de la plaga. De tal manera que la recuperación del descalabro fue relativamente rápida.
Y surge el cava
Curiosamente, cuando la filoxera atacó La Rioja en 1899, muchos pequeños productores se negaron a ejecutar injertos en patrones o replantaciones con variedades americanas. Hubo fuertes manifestaciones que llegarían hasta la invasión y desmoche de viñedos donde se utilizó esta técnica. Poco a poco, la propagación de la plaga disminuyó la resistencia.
Por coincidencia, en 1868 se producían las primeras botellas de cava en Cataluña elaborado por Francesc Gil y Domènec Soberano con cepas francesas. Para ello, tuvieron en cuenta las investigaciones del ingeniero Luis Justo Villanueva sobre el método tradicional en el Institut Agrícola Català de San Isidro. Sin embargo, Josep Raventós de Bodegas Codorníu daría un paso más significativo en 1872 al crear un cava con variedades del Penedés. En concreto, incluyó macabeo, parellada y xarel-lo, bajo la misma metodología, también conocida como champenoise.
El vino en España durante el siglo XX, denominaciones de origen y guerras
La tradición de las denominaciones de origen protegidas para alimentos y bebidas es tan antigua como el aceite de oliva y el vino. Tanto que hablar de su historia merecería un artículo aparte. Para no ir muy lejos, de manera casi oficial un primer reconocimiento D.O. en España lo obtuvo el Vino de Rioja en 1926. No obstante, tal distinción carecía del aval de un ente regulador basado en un reglamento ad hoc que tampoco existía.
En este sentido, el primer Estatuto para el vino en España fue aprobado en 1933. Por eso, el primer nombramiento legal para esta categoría correspondió a la Denominación de Origen Jerez-Xerès-Sherry en el Marco de Jerez (1935).
También en los años 30 comenzó a funcionar el Instituto Nacional de investigaciones Agronómicas, que promovería el conocimiento y práctica de la enología.
De forma lamentable estos logros se vieron empañados por dos acontecimientos que deprimirían la actividad vitivinícola española: la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. En el transcurso del primer conflicto (1936-39), muchos viñedos fueron arrasados y numerosas bodegas quedaron en la ruina.
El vino en España después de la guerra civil
A continuación, la II Guerra Mundial (1939-45) provocaría la limitación de las exportaciones, lo que contribuyó a empeorar la situación. Entre finales de los años 40s e inicios de los 50s los precios del vino cayeron en picada. En esta circunstancia, el govierno intervino fomentando la creación de bodegas cooperativas y otorgando subvenciones y créditos con bajo interés a estas organizaciones. Estos últimos estaban dirigidos a la ampliación de las bodegas y a la adquisición de maquinaria. Incluso el Gobierno crearía una Comisión de Compras de Excedentes de Vino que adquiría parte de producción a precios superiores a los del mercado.
Aun así, tales iniciativas sólo incidieron en un estancamiento de los precios entre 1953 y 1958, pero no evitaron una nueva caída entre 1958 y 1963.
El vino en España, transición democrática y modernización
Llegada la década de los 70s las circunstancias comienzan a mejorar: el mercado exterior demuestra un renovado interés en el vino de Jerez. Aparte de esto la demanda de caldos riojanos experimentó incrementos. La transición a la democracia trajo mayor libertad económica al sector vinícola y permitiría el aumento de las exportaciones.
De igual manera, iniciaba en estos años una modernización profunda y extendida de las bodegas y viñedos. A ello se unió un creciente interés por elevar los estándares de calidad en los procesos de producción del vino. En consecuencia, desde 1979 es oficial un reglamento de uso para las indicaciones de calidad, añada y guarda. Lo que dio origen a las categorías: crianza, reserva y gran reserva.
En 1986, España concretó su adhesión a la Comunidad Económica Europea. Este paso significó el acceso de empresas vitivinícolas rurales a recursos económicos indispensables para su funcionamiento. Otro hecho relevante fue la derogación de las restricciones de riego de los viñedos en 1996. Hasta entonces, sólo estaba permitido irrigarlos una vez en invierno y en regiones con media anual de precipitaciones menor a 400 mm.
Segundo milenio, retos y oportunidades para el vino en España
Antes del coronavirus y la incertidumbre que trajo tanto a la sociedad como a los sectores productivos, el vino en España estaba viviendo circunstancias interesantes. Podríamos decir que la industria vitivinícola española daba importantes pasos en la transformación digital de algunos procesos, sin dejar de lado la tradición. Por ejemplo, muchas bodegas mejoraron sus procedimientos administrativos y aspectos vitales como la venta online y el marketing digital. Además, algunas cuentan ya con tecnología de vanguardia para evaluar la calidad de la uva y determinar el precio justo de compra de la uva al productor.